domingo, 30 de septiembre de 2007

"Al deleitoso dolor que me provoca tu ser"

A menudo lloro la imagen de tus ojos,
escribo la historia de ayer,
la historia de los que vienen atrás
de aquellos que te conocen entre las líneas disformes de todos mis miedos.

Guardo el recuerdo en el cajón de la ausencia
jaula melancólica de pájaros en flor.

La ciudad empieza a derrumbarse

pedazo a pedazo, lágrima tras miedo.

El soliloquio de unos cuantos

retumba entre los muros lacerados de la envidia.

Los ángeles cancerosos

buscan las alas empeñadas.

Arriba, sólo queda el rumor hueco de tu voz

las calles derraman su salitrosa humedad,

abren sus fauces como titanes sin hastío.

Los desposeídos de ayer, son los mismos de hoy,

todo gira en torno del compás arrítmico del recuerdo.

Las cenizas de los muertos recrean

las imágenes ocultas del miedo,

silencio absoluto,

meditabundo momento.

No queda nada después del cataclismo.

No existen ya las palabras.

No existe nada,

ni siquiera la sombra de tu cuerpo en mi cama.

Envilezco las cosas que nunca tuve.

Cabalgan uno a uno los apocalípticos presagios de la tristeza

vieja santa,

dulce ramera,

oración inacabada.

Dios está ocupado

jugando a ser Dios.

viernes, 14 de septiembre de 2007

La tierra resume lo no dicho, expresa la imagen disforme del tiempo. ¿Qué es el tiempo en todo esto? El verso vacío, la poesía inacabada, tú sin serlo.

Debería...y sin embargo, no me atrevo.

Te hablo del cansancio frente a la ventana cerrada. Te hablo sin querer hacerlo, sin la incertidumbre de los amantes que los impulsa a volver.

Sólo soy un mortal como cualquier otro, sólo la melancolía redimida en los pasos del otro. La nulidad ensimismada del pensamiento, que vaga buscando lo que tiene al lado.

Refrendo en mis manos tu cuerpo, y sigo con la añoranza acogida en los besos

Por ahora sólo eso: la nada, el miedo, el suicidio en pleno fracaso.