Inventamos el amor como si al hacerlo creáramos poesía.
Y es la mejor poesía
que escribimos:
palabras simples,
ritmos serenos, silencios callados.
Escribimos poesía en diálogo, en ratos, con la distancia de
las geografías y la negación a un lado.
Llegamos a ella como único resquicio de la humanidad que nos
queda. Creamos poesía para no irnos, para no morir en medio de estas ganas. Soportamos esto, que no es nada, pero
es en el cuerpo.
Hablamos de poesía y creemos en la honestidad ingenua del
amor, en su moralidad nimia…
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