sábado, 14 de noviembre de 2009

Espera


Para la Voz y
la melancolía que habita en sus ojos ,
por su puesto

A punto de abandonar esta espera, de ojos abiertos, de tiempo, de noches, de imágenes en colapso. De día y de ayeres. Lo exacto del ritmo es su cuerpo: desvelo de ermitaños. Lejos está el motivo y la urgencia, instalados en la causa de la melancolía propia, tan suya y ajena.
Estamos fuera, como si el futuro dependiera de la sutileza de la palabra, del paso caminado y en espera. Regresamos a esta muerte, a la ternura de su voz; nos ofrecemos a la revolución donde nos encontramos.
Pensamos en tormentas, naufragios, oportunidades acicaladas de buenas intenciones, y café caliente. Es el silencio de sus labios lo que resume el mundo en un gesto, la eterna batalla que reconfigura el miedo.
Nos sabemos huérfanos frente a la náusea y el hartazgo, alejados de la estética del desprecio. Próximo a dejar esta espera, con las ganas del que dice y se cuestiona el cómo.
La complejidad es más certera y la posibilidad sigue estando en sus ojos.